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Hola. Soy Nelson, y quiero contarte una historia.

 

Vemos a ver si eso es verdad. 

El Jardin de las delicias...

 

ACTO I

El contacto con tres mundos. La Habana

Locación: Plaza de la Catedral, Habana Vieja. Centro Wifredo Lam

 

En los alrededores de la Plaza de la Catedral de La Habana se escuchan tres diferentes pregoneros: uno está llegando desde el Malecón, otro viene desde la calle de la Bodeguita del Medio, y un tercero, desde el otro extremo. Todos traen la intención de concentrarse en la esquina del Centro Wifredo Lam. El público esperará afuera del edificio. El Corredor, quien sale a entrenar cada mañana, toma un tiempo para saludar cordialmente a cada uno de los pregoneros, recurrentes visitantes del solar. Así se abre la primera interrogante del público sobre la procedencia y la relación de este personaje con todo el performance.

Esto sucede, por lo menos, veinte minutos antes de abrir las puertas.

 

Pregonero Yoruba. (Diseño de un pregón con fragmentos de cantos a Eleguá)

Intercambiando expresiones vocales entre sí, a distancia, los pregoneros concentran al público desde tres diferentes sentidos, para preparar el ingreso al edificio.

 

Pregonera flamenca. ¡Caballero, caballero, caballero!

¡Qué mal anda la cosa en mi Cuba bella!

Pues, salgo a vender mi vianda y no hay quien se ocupe de ella.

¡Caballero, caballero, caballero!

Mira, Donato, con qué Boniato…

Juan, para melena la berenjena

Mira, muchacha, ¡qué remolacha! Anda, Caruca, ¡cómprame yuca!1

 

Pregonera Lírica. (Cantando) Flores, azucenas, girasoles pa que enamore, pa que enamore…

Quería darle todo el tiempo de mi risa, más de mí misma,

hecha sazón, hecha delicia.

Quería darle cuero, aunque no fuera con tambores.

Quería darle guerra, quería darle flores.

De mi gitana, pa ti los caracoles.

Si te tengo aquí sembrao,

es por la lluvia que se traen los girasoles. Quería darle amores, que empezaran tempranito,

pasarnos toas las horas oyendo grandes mitos.

Quería darle un intro de mañana en mi cocina, y yo tan divina.

Me florecen toas mis ganas, tráeme fruta fresca; sí, tú sabes,

yo soy sana;

no te rías que me enredo,

ya te he dicho que contigo no es un juego…

Quería, quería...

Chulo, tu talanquera vuela, y deja ver los ojos iluminaos,

empinaos como mis velas.

Quería sacarlo pa que ese frío aleje, no sea que esta

lengua baje al santo y te lamente tu baja presión.

Tengo la sal, café, no me violentes los deseos naturales.

Cimarrón, yo no me asusto. Soy Telmi de La Habana sana,

bájame la mirada,

me enciendo con tus ganas.

Florero… flores… azucenas, girasoles… pa que enamore, pa que enamore…2

 

Los tres actores-cantantes (pregoneros), después de intentar vender sus mercancías, poco a poco ingresan al inmueble y exhortan al público a entrar. Lo hacen participar, a la vez, pidiendo ayuda para cargar sus productos. Pregonan y casi arrían a la gente, como ganado, al interior del edificio; específicamente, a su patio central.


ACTO II

Entraste en la rumba

Locación: Patio central del Centro Wifredo Lam

 

Dentro del edificio se encuentra el Tío Rolando, quien riega las plantas e interpreta una rumba. Acto de bienvenida al público a través de una experiencia sonora que pondrá a este último en situación.

 

Tío Rolando. (Cantando) Na na na na na…. En este maldito solar ya no se puede vivir. Cuando no se forma el chisme, anda el brete por ahí. Te lo dice el encargado y eso lo aseguro yo: este solar de La Habana tiene un ruido que alborota. Los chamas juegan pelota por donde les da la gana; se pierde la palangana, y hay algunos tipos duros que te esperan en lo oscuro para bajarte una diana. Le fajan a tu mujer, hay una bulla espantosa, y siempre alguna chismosa todo lo quiere saber. Así, como puedes ver, aquí la vida es muy ruda. La gente que no se muda loca se puede volver. ¡Habla!

 

Coro. (Cantando) En este maldito solar ya no se puede vivir.

En este maldito solar ya no se puede vivir.

Cuando no se forma el chisme, anda el brete por ahí.

Se lo dije al encargado, pero no me contestó.

 

Tío Rolando. (Cantando) ¡Oye! Cobra que cobra cobrando.


Coro. (Cantando) Cobra que cobra.

 

Tío Rolando. (Cantando) Cobrando.

 

Coro. (Cantando) Cobra que cobra.


Tío Rolando. (Cantando) Vengo a cobrar.

 

Coro. (Cantando) Cobra que cobra.

 

Tío Rolando. (Cantando) Mamita, cobrando. Oyeeee, tráeme el fondo que me mudo mañana, que yo me mudo mañana, que yo me mudo mañana. ¡Llegó!

 

Coro. (Cantando)Tráeme el fondo que yo me mudo mañana.

 

Tío Rolando. (Cantando) Oye, encargada, por favor, yo me mudo mañana. ¡Óyelo!

 

Tío Rolando baila y canta con la ayuda de los pregoneros. Estos le sirven de complemento sonoro e incitan al público para aplaudir al ritmo de la clave. Ingresan a la escena Los Trillizos, quienes, en sí, son una coreografía constante.

 

Si bien en este caso los aspectos coreográficos les permiten desplazarse en relación con sus discapacidades respectivas, se adaptan a la rumba, motivados por el ambiente. Quienes se incorporan a la fiesta que se está armando, minutos antes de salir camino a la escuela, son Las Siamesas, las cuales deben pasar por el mismo patio central.

 

Este es un caso complejo; pues una desea estar y la otra no. Ello debe generar una coreografía que refuerce la cadena de acciones mencionadas para lograr la introducción de varios personajes que converjan en una rumba matutina de solar.

 

A lo lejos, Doña Esperanza escucha por el coro que sus hijos no han salido para la escuela, y va a averiguar qué sucede. Contagiada con tanta alegría que adorna una mañana habanera, contempla todo lo que está pasando con una sensación de nostalgia o presentimiento; aunque jamás se incorpora a esas cosas.

Su condición de dama no se lo permitiría.

 

Video. Mientras todo esto acontece en escena, imágenes de video (pregrabadas) muestran al hijo, El Corredor, en medio de la ciudad, en su afán de cada día. El público ya lo reconoce, pues ha tenido contacto con los pregoneros.

 

La Doctora se incorpora a la escena y cariñosamente saluda a Las Siamesas y Los Trillizos. Les practica un reconocimiento médico en medio de la fiesta (revisa sus temperaturas, ojos, piel, etc., como hacen los doctores), siempre de forma coreográfica.

 

La Adivinadora, recién ha despertado y se une al baile; pero jamás pierde de vista al florero. Esa es su prioridad: comprar flores con las que ofrendar a su altar, religiosa y puntualmente, cada mañana.

 

Don Capricho. (Desde un balcón, desaprobatoriamente.) Caballero, ¡le zumba la berenjena! ¡Así que aquí la caña está a tres trozos, ¿y malanga? ¡En el party! Pues, ¡Calabaza, calabaza, todo el mundo pa su casa… pa su pincha! Aquí el que manda es Mulé. Y oreja no puede pasar cabeza. ¡Se acabó lo que se daba!

 

Todos toman rumbo a sus rutinas. Los Trillizos despliegan su coreografía, acompañados de Las Siamesas. Doña Esperanza entra de nuevo a su casa, un poco avergonzada. Tío Rolando se va a buscar sus frutas; la Adivinadora, sus flores; el Pregonero Yoruba abre su mochila y comienza a sacar de esta un sinfín de trastos. Los expone sobre el suelo; entre ellos, una viejísima tostadora de pan de Tío Rolando. La Doctora y Don Capricho salen juntos para la consulta. Don Capricho organiza la fila de los pacientes y colabora con las historias médicas. Luego va a otros quehaceres dentro de la comunidad.

 

SIMULTÁNEAMENTE, se produce un diálogo dentro de lo que está aconteciendo en escena, a través de los personajes. Se contraponen imágenes pregrabadas que marcan partes de la línea narrativa (aunque no se apeguen a la realidad): Los Trillizos y Las Siamesas que van camino a la escuela, la organización de una fila de cinco personas por Don Capricho, La Doctora y sus consultas, la llegada al colegio, El Corredor que sale de los espacios iconográficos de La Habana, tal vez algo de monte o playa).

 

El Pregonero Yoruba. (Le hace un gesto a Tío Rolando para que se acerque. Una vez juntos, con la tostadora en la mano, le habla con solemnidad, algo misterioso) La cosa está mala.

 

Tío Rolando. La cosa...

 

El Pregonero Yoruba. (Cantando en tiempo de rap) La cosa está en candela, de apaga y vamos... el mambo está encendío...

 

Tío Rolando. (Casi en susurros, como quien teme ser escuchado) Bueno, bueno... tampoco hay mal que dure cien años.

 

El Pregonero Yoruba. Pero tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe... Y a cada santo le llega su día.

 

Tío Rolando. Suave, caballo, que muchas veces cambiar, innovar, es empeorar.

 

El Pregonero Yoruba. Por lo mismo, chen. Esto no lo arregla ni Mandrake el mago, ni el médico chino, ni Mazantín el Torero... (Le entrega la tostadora a Tío Rolando)

 

Tío Rolando. (Comprendiendo, por fin) Ah, mi tostadora...

 

El Pregonero Yoruba. (Aún solemne, mientras le entrega cuidadosamente el aparato) Reventó como Cafunga (pone, ceremonioso, su mano en el hombro de Rolando). Sintiendo tu pérdida, bárbaro, porque no valer ya, es más doloroso que no haber valido nunca.

 

Tío Rolando. ¡Ñoooo! ¡A esta hora con ese recado! La verdad que el que nace pa medio no llega a real. Pero, bueno, más se perdió en la guerra. ¿Y cómo les tuesto el pan?

 

El Pregonero Yoruba. Bárbaro, que el que le da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro...

 

Tío Rolando. ¡No me pongas esa letra, tiñosa! Y mejor sigue en lo tuyo que el horno no está para pastelitos...

 

El Pregonero Yoruba. ¡Eh, aguanta un mes! (Frotándose los dedos) ¿Y mis piticlines, mi baro, mis fulas, mis balas, mi cen y mi placa?

 

Tío Rolando. ¡Pero si te di el aparato en Guatemala y me lo devolviste en guatepeor!

 

El Pregonero Yoruba. ¿Ni un pescaíto? ¿Y mi pincha...? ¿Y mi tiempo...? Ño, que el tiempo es oro.

 

Tío Rolando. ¡Ni pescao ni monja ni quilo prieto! ¿Tú vas a hacer el pan conmigo, con el panadero? ¡Mira, pipo, no le busques tres patas al gato, sabiendo que tiene cuatro! ¡Y tumba!

 

Salen molestos de la escena.

 

Se interrumpe este momento de las referencias audiovisuales con el llamado de Doña Esperanza a La Adivinadora.

 

Doña Esperanza (a La Adivinadora, desesperadamente) ¡Ay, los hijos, los hijos! ¡Hijos chiquitos, problemas chiquitos; hijos grandes, problemas grandes!

 

La Adivinadora (Irónica) Y esos tuyos, con tantos guayabitos en la cabeza...

 

Doña Esperanza. (Recriminando su atrevimiento) En boca cerrada no entran moscas, mujer.

 

La Adivinadora. (Se encoge de hombros) Yo solo digo que el que siembra vientos recoge tempestades; pero no hay peor ciego que el que no quiere ver...

 

Doña Esperanza. (Volviendo a sus lamentaciones) Ay, mi hijo, mi hijo... Tanto que le digo: si crees en Dios, no corras. Pero lo de él siempre es pelo suelto y carretera... Y hoy, apenas clareaba, voló como Matías Pérez...

 

La Adivinadora. (Compadecida) A ver, Espe. Tú sabes que mi mejor hermana es mi vecina más cercana, y que al que Dios no le dio hijos, el diablo le da sobrinos. Así que te voy a tirar un cabo. Es que, mira, me la corto que tu hijo está al cantío de un gallo. Y no van lejos los de adelante si los de atrás corren bien.

 

Doña Esperanza. ¿Vamos a zapatear la calle juntas? Cuatro ojos ven más de dos.

 

La adivinadora. Ponle el cuño.

 

Doña Esperanza: El que busca, encuentra.

 

La adivinadora: Y el perro tiene cuatro patas, pero puede coger un solo camino. ¡Vamos, que andando se quita el frío!

 

Salen de escena


Acudimos al mismo diálogo entre la representación de actores e imágenes de video (Imágenes referenciales en exteriores: la Adivinadora y Doña Esperanza que buscan al Corredor; imágenes que muestran, paralelamente, al chico corriendo y a las dos damas que van a por él).

 

La Doctora regresa temprano a casa. Hoy no hubo muchos pacientes. Tío Rolando acaba sus labores antes de que todos despierten. Ya amasó el pan de cada día, y sobreviene el momento perfecto para los encuentros sexuales entre ambos personajes.

 

Rolando. Si cocinas como caminas, me como hasta la raspita, abusadora.

 

Doctora (Provocativa) Quien cuando puede no quiere, cuando quiere no puede...

 

Rolando. Niña, juega con la cadenita, pero no con el mono...

 

Doctora (Provocativa, se acerca a él) Si tú me pintas un farol, yo te lo coloreo...

 

Rolando. Ese huevo quiere sal y él solo la anda buscando... y me voy a salar.

 

Doctora. (Frota con su cuerpo felinamente el de Rolando) Es que lo mío es caballo grande, ande o no ande.

 

Rolando. Bueno, tampoco importa si ñato o narizón. Lo que vale es que respire.

 

Doctora: Na. Yo sé que si el ciempiés cojea no es porque le falten patas.

 

Rolando. Al que Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga. Y eso e pa ti na má, mamá... Tú también estás como agüita pa chocolate.

 

Doctora. Y a puntico de caramelo.

 

Rolando. (Bromeando entre risas) Caballero, ¡quién fuera hombre!

 

Doctora. Pues cuando no hay perro, se montea con gato...

 

Rolando. ¡Qué va! Cuando la candela es buena, no hay frijol duro.

 

Doctora. Entonces dale candela al jarro hasta que suelte el fondo...

 

Ambos personajes se adentran intercambiando caricias en la casa del Tío Rolando. Llegan sus susurros en off hasta el patio central.

 

Video. Paralelamente, imágenes de video muestran a Los Trillizos y Las Siamesas en el recreo de la escuela, al Corredor trotando, y a Don Capricho que discursa en medio de la gente de otros solares; mientras, el Tío Rolando y La Doctora continúan sus ejercicios psicocorporales.

 

Don Capricho. Don Donato, por favor, ¿y cómo anda su boniato? ¿Ya su talanquera no vuela? Ojito con que esa lengua baje al santo y le lamente su baja presión. (Dirigiéndose a otra persona) Y usted, Caruca, ¿ya comprobó su yuca en su nueva cocina? ¡Tan divina!

 

Sonido. Se escuchan gemidos e interjecciones en Off, así como el siguiente diálogo.

 

Doctora. (En off, gimiente) Uy, si estas son las vísperas cómo serán las fiestas...

 

Rolando. (En off) Shhh, que las paredes tienen oídos...

 

Doctora. Que nadie sufra con lo que tú gozas. La vida es tan corta... ¡y ese cinto es tan largo...!

 

Rolando. Tranquila, que no se puede empezar a comer por la segunda cucharada. Mejor voy pa donde tos los santos ayudan.

 

Sonido. Se escuchan gemidos los de la doctora, climáticos, y luego más calmadas las interjecciones en Off

 

Doctora. Oye, que ningún perro lamiendo engorda

 

Rolando. Lo que no mata, engorda, niña.

 

Doctora. Es que hay que comer para vivir, pero no vivir para comer, gandío.

 

Rolando. Ya tengo ensillado el caballo.

 

Doctora. Pues a caballo ensillado nunca le falta jinete.

 

Sonido. Continúan los gemidos e interjecciones en Off. Ganan intensidad gradualmente.

 

Doctora: Montada en el burro, ¡vengan los palos!

 

Rolando. Mejor dar que pedir.

 

Doctora. Más vale paso que dure, que trote que canse

 

Rolando. Dando y dando,

 

Doctora. ¡Vaya! El zorro perderá el pelo, pero no pierde sus mañas...

 

Rolando. Dando y dando, desgraciá…

 

Doctora. Haz bien y no mires a quien.

 

Rolando. Dando y dando, desquiciá...

 

Doctora. A un gustazo, un trancazo.

 

Rolando. Dando y dando, descará…

 

Doctora. Más tengo, más quiero.

 

Rolando. Dando y dando, desmerengá…

 

Doctora. (En la cresta de su orgasmo). ¡De aquí pal cielo!

 

Rolando. (Suspirando, satisfecho). Cuando tú ibas, ya yo venía.

 

Doctora. (Casi rogando) No, no, nadie se muere la víspera.

 

Rolando. Todo lo que sube baja, corazón... (Sofocado, justificando y aun gimiendo)

 

Doctora. (Protestando) Pero un palo no hace monte.

 

Rolando. Del palo aunque sea un gajo.

 

Doctora. (Resignada) Torres más altas han caído... (Suspira) ¿De qué sirve llorar por la leche derramada? Comí yo, comió La Habana.

 

Entran a la escena Doña Esperanza y La Adivinadora, quienes no han logrado obtener informaciones suficientes sobre el paradero de El Corredor.

 

La Adivinadora convence a Doña Esperanza de que es necesario ponerse en contacto con seres del más allá, mediante un ritual consulta, para saber qué pasó.

 

Esperanza (Lamentándose) Éramos pocos y parió Catana.

 

Adivinadora: Todo tiene remedio menos la muerte.

 

Esperanza: ¡Qué va! Cuando el mal es de... (Silencio corto para omitir la palabra que el personaje nunca se atrevería a decir) no valen guayabas verdes.

 

Adivinadora: No comas catibía. Y deja a tu hijo que suba, que yo lo agarro bajando. (Atrae a Esperanza al altar) Pa bajo todos los santos ayudan...

 

La Adivinadora trae consigo una tinaja y una estera. Deposita en el suelo la tinaja. Despliega la estera y vierte sobre ella los artículos empleados en el acto de adivinación: un juego de barajas, un vaso de agua con una flor roja, un rosario...

 

Esperanza: (Esperanza pone mala cara, de remilgos, y se niega). ¡Olvida el tango y canta bolero! Cogiste la guagua equivocada. Yo no creo ni en la madre que me parió. Y predicar en desierto, sermón perdido.

 

adivinadora: Nunca digas de esta agua no beberé... Hay gente que dice que no cree en na, y viene a consultarse por la madrugá.

 

La adivinadora, casi a la fuerza, sienta a Doña Esperanza del otro lado de la estera.

 

adivinadora: (Murmurando el rezo y persignándose a la vez) Padre Nuestro que estás en los cielos... (Se interrumpe algo aturdida) Aguanta, que me quedé fuera del área de cobertura...

 

De repente, La Adivinadora se transfigura al comenzar a recibir el espíritu de una conga muerta... Mientras el cuerpo de La Adivinadora se sacude con violencia, sus ojos solo muestran blancuras. La mujer coloca la tinaja entre sus piernas abiertas, recoge su falda y comienza a orinar abundantemente en el recipiente de donde comienza a emerger la nieve más pura.

 

adivinadora. (Transformadas la voz y la faz por el espíritu de la conga que habla a su través, hasta el final de la escena) Hijo criao, trabajo doblao.

 

Esperanza. Ay, Dios mío. No entiendo ni pío... ¿Nena?

 

Adivinadora: No es necio el que no sabe, sino el que no quiere saber.

 

Esperanza. (Para su coleto) Al que no quiere caldo le dan tres tazas... (A La Adivinadora, como excusa para retirarse) Y a propósito, dejé el caldo en el fogón... (Hace el amago de ponerse en pie, pero la detienen las palabras de la conga).

 

Adivinadora. Los dedos de la mano son hermanos y ninguno es igual. La cabra siempre tira pal monte. ¿Y pa qué amarrarla? El mulo que corcovea no sirve pa carretón.

 

Esperanza. Pero, ¿por qué? ¿Por qué el que bien te quiere te hace llorar?

 

Adivinadora. Porque la soledad es mala consejera... (Bajando algo el tono) Y por mejoría, cualquiera su casa dejaría.

 

Esperanza. ¿Y cuándo volverá la luz de mi vida?

 

Adivinadora. El que se apura se muere y el que no se apura, también se muere.

 

Esperanza. ¿Cuándo?

 

Adivinadora. No siempre el camino recto es el más corto, y Cuba es larga.

 

Esperanza. ¿Cuándo?

 

Adivinadora. La sangre no va a llegar al río. Hijo de pobre y ternero de rico, no mueren.

 

Esperanza. ¿Cuándo?

 

Adivinadora. A caballo que vuela, ¿para qué la espuela?

 

Esperanza. ¿Cuándo?

 

Adivinadora. Al que no quiere que le digan, que no diga...

 

Esperanza. (Casi en un grito) ¿Cuándo?

 

Adivinadora. (Sentenciando inapelablemente) ¡Ojos que lo vieron ir, jamás lo verán volver!

 

Intervienen los tres pregoneros. Con sus voces complementan las melodías del Coro para generar un momento de tensión climática durante la revelación de La Adivinadora.

 

Video. Videoarte preeditado que corre mientras esto sucede en escena. Muestra el drama de Doña Esperanza al recibir la noticia. Ella saca al Tío Rolando y a La Doctora de su nido amoroso.

 

Tío Rolando cubre a Doña Esperanza de excesivas atenciones.

 

La Doctora se aparta mordida por los celos, atormentada.

 

Entra Don Capricho, avisado por una de las personas a las que La Adivinadora y Doña Esperanza con anterioridad preguntaron. Todos los adultos del solar arman una suerte de asamblea para discutir lo sucedido.

 

Interrumpen la reunión Los Trillizos y Las Siamesas, quienes regresan de la escuela. Todo se convierte en un caos por la música y los desplazamientos incontrolados de estas dos masas orgánicas. El rol de los pregoneros consistirá en ejecutar contravoces (a manera de ecos) de La Adivinadora, Doña Esperanza y Don Capricho.

 

Doctora. ¿Y tanto alboroto a santo e qué?

 

Pregonera Flamenca. ¿Y tanto alboroto a santo e qué?

 

Rolando. (Por lo bajo) Dicen que El Corredor espantó el mulo.

 

Pregonero yoruba. Dicen que El Corredor espantó el mulo.

 

Doctora. ¿Se la dejó en la cutícula a la madre? ¿Y a Don Capricho? Hmmmm

 

Pregonera Flamenca. ¿Se la dejó en la cutícula a la madre? ¿Y a Don Capricho? Hmmmmm

 

Rolando. Capricho seguro que va a echarle tierra al asunto. Genio y figura...

 

Pregonero yoruba. Capricho seguro que va a echarle tierra al asunto. Genio y figura...

 

Doctora. (A Rolando, pero advirtiendo la proximidad de Don Capricho) Hay pitirre en el alambre.

 

Pregonera Flamenca. (A Rolando, pero advirtiendo la proximidad de Don Capricho) Hay pitirre en el alambre.

 

Don Capricho. (Acercándose) Al mejor cazador se le va una liebre.

 

Pregonero yoruba. (Acercándose) Al mejor cazador se le va una liebre.

 

Doña Esperanza. (Lamentándose) Cría cuervos que te sacarán los ojos...

 

Pregonera Lírica. (Lamentándose) Cría cuervos que te sacarán los ojos...

 

Adivinadora. La verdad que no hay peor cuña que la del mismo palo.

 

Pregonera Flamenca. La verdad que no hay peor cuña que la del mismo palo.

 

Doña Esperanza (Ofendida) No le tires piedra a tu vecino que tu techo es de vidrio.

 

Pregonera Lírica (Ofendida) No le tires piedra a tu vecino que tu techo es de vidrio.

 

Don Capricho. Cría fama y acuéstate a dormir.

 

Pregonero Yoruba. Cría fama y acuéstate a dormir.

 

Adivinadora. (Maliciosa, insinuante, a Don Capricho) De casta le viene al galgo, ser rabilargo...

 

Pregonera flamenca. De casta le viene al galgo, ser rabilargo...

 

Doña Esperanza la mira con recelo, en franco disgusto por ver amenazado su territorio.

 

Leff. En la unión está la fuerza. El que tiene amigo tiene un central. Entre todos podemos lograrlo.

Pregonera Lírica. En la unión está la fuerza. El que tiene amigo tiene un central. Entre todos podemos lograrlo.

 

Don Capricho. Los niños hablan cuando las gallinas mean.

 

Pregonero Yoruba. Los niños hablan cuando las gallinas mean.

 

Don Capricho. (Dirigiéndose a todos, con autoridad) Así se va cortar el bacalao: como el buen recado no se manda con recadero, Menda (señalándose a sí mismo) va a cantarle a la fiana, a la mona, a la yabó de la felpa azul... Doña Esperanza para el fogón, que el maná no cae del cielo.

 

La Doctora va a darle una manito, porque es mejor cuando una mano lava la otra y las dos lavan la cara. (A los niños) ¡Ojo! Jueguito de mano... juego de villanos. En la confianza está el peligro y al ojo del amo engorda el caballo. Tío Rolando...

 

Tío Rolando. (Interrumpiendo a Don Capricho) Yo voy a atrás de ese mulo, del que se fue tumbando. A Dios rogando y con el mazo dando.

 

Pregonero Yoruba. Yo voy a atrás de ese mulo, del que se fue tumbando. A Dios rogando y con el mazo dando.

 

Don Capricho asiente. La conclusión de esta asamblea ya está propuesta: Don Capricho debe salir a dar parte de lo acontecido a las autoridades competentes. Doña Esperanza volverá a los quehaceres de su casa. La Doctora la acompañará para darle aliento. Tío Rolando no se rinde. Él desea seguir buscando a El Corredor. Los Trillizos y Las Siamesas tienen permitido jugar afuera, pero sin salir del solar. Antes de que todo el mundo entre en situación, según lo acordado, sobrevienen un apagón, un temblor y un estruendo muy grande. La oscuridad es total.

 

ACTO III

Formas geométricas que cayeron del cielo

Locación: Patrio central, Centro Wifredo Lam

 

Doctora: ¡Alabao! ¿Quién apagó la luz?

 

Tío Rolando: Las desgracias nunca vienen solas...

 

Doctora. (Insistente, con cierta desesperación) ¿Quién apagó la luz?

 

Doña Esperanza: No te alegres del mal ajeno, que el tuyo siempre viene caminando.

 

Doctora. (Asustada) ¿Quién apagó la luz?

 

Adivinadora: Cuando uno está salao hasta los perros lo mean.

 

Nadie en ese patio central a oscuras puede comprender qué pudo generar esta nueva situación. Se conoce ya que El Corredor perdido no volverá hasta darle la vuelta a Cuba entera; pero, para completar, se experimenta ese temblor lleno de sonidos, como si la construcción se viniera abajo. Entre las pocas luces y el jaleo de los diferentes personajes, reina la confusión. No se puede discernir bien qué se dicen entre ellos. Solo se cuenta con las referencias minúsculas de algunas linternas y velas.

 

MONÓLOGO DE CARMEN DÍAZ

 

Tiempo para mover las diferentes piezas. Mientras que el pentágono siempre ha sido usado como fuente central del patio, los otros pedazos han construido un muro «decorativo», conformado por los cinco triángulos.

 

Vuelven las luces. Se muestra el cambio de aspecto del patio central. Las formas geométricas parecen haber caído del cielo. El momento es caótico.

 

Los Trillizos revolotean curiosos en torno a aquellas cosas. Doña Esperanza reza y no sabe a quién ni por qué. La Adivinadora debe seguir en situación de consulta, ahora para comprender cuál es la naturaleza de los objetos. Las Siamesas, desde sus respectivas posiciones, una calcula y la otra busca soluciones.

 

Locutor de Radio Reloj (en Off) Noticia de último minuto, noticia de último minuto. Se reporta que en un solar de La Habana han caído del cielo seis objetos no identificados aún. Se recomienda a la población del lugar evitar el toca-toca porque el que no sabe es como el que no ve. El Instituto Cubano de Geofísica y Astronomía, la PNR, la NASA y el Vaticano coinciden en advertir que todo lo que brilla no es oro, y que de cualquier malla sale un ratón. Así pues, insistimos en que es mejor precaver que tener que lamentar, porque el que no oye consejos no llega a viejo. Radio Reloj (BEEP) Las doce de la noche en La Habana, Cuba; doce de la noche en Oranjestad, Aruba; cinco de la mañana en Ámsterdam, Paises Bajos; doce de la noche en Willenstad, Curazao; doce de la noche en Kralendijk, Bonaire; doce de la noche en Phillipsburg, St Maarten; doce de la noche en The Bottom, Saba; doce de la noche en Oranjestad, St Eustatius; una de la mañana en Paramaribo, Suriname; once de la mañana en Jakarta, Indonesia; seis de la mañana en Pretonia, Sur Africa; doce de la noche en New York, Estados Unidos de America… (BEEP)

 

Don Capricho trata de apartar a todo el mundo de las formas geométricas que, extrañamente, cayeron del cielo. Con firmes ademanes pide mantener la calma y escuchar la noticia. Lógicamente, el único que no reacciona es Aiger, pues es sordo. La mayoría presta atención al reporte radial; otros, en silencio, en el ejercicio constante de tratar de comprender los objetos, los exploran, los tocan; se preguntan por qué llegaron allí. Don Capricho, con paso lento e imponente, busca la punta más alta entre las geometrías caídas del cielo. Se planta sobre ella.

 

Don Capricho. (Dirige su discurso a los habitantes del solar que se concentran a sus pies) Compañeros, camaradas, ambias... Una vez más la historia nos pone en tres y dos. Y si bien es cierto que el que juega con candela se quema, también es una gran verdad que el que de miedo se muere, de cagajones se le hace el entierro.

 

Aplausos. Don Capricho los hace cesar con un gesto.

 

Don Capricho. Este traste se ha descuarejingado. Se cae de la mata.

 

Doña Esperanza. Querrás decir del cielo...

 

Adivinadora (Sentenciosa) Y señales del cielo, desgracia en la tierra.

 

Todos la hacen callar: ¡Cierra el pico! ¡Pájaro de mal agüero! ¡Tiñosa!

 

Don Capricho. (Subiendo su voz por encima de todas) Y lo que se rompe, compañeros, ¡se compone! Manos a la obra. De los cobardes no se ha escrito nada. Quien no se arresta, ni gana ni pierde. Donde hay hombres no hay fantasmas…

 

Tío Rolando. (Interrumpiendo emocionado, vehemente) ¡Más vale morir de pie que vivir de rodillas!

 

Don Capricho lo fulmina con la mirada. Eso nunca sucedería con él.

 

Don Capricho. (A manera de cierre del discurso) ¡Y el que persevera, triunfa!

Ovación

 

Pregonero Yoruba. (Cantando) Congo, conguito, conguito de verdad,

yo vine del cielo a hacer caridad.

 

Vamos a ver si lo que este yuma dice es verdad.

 

Se repite el cántico cuatro veces, mientras se ensamblan las figuras, pero paulatinamente se hace más demorado el ritmo.

 

Simultáneamente, los personajes realizan las siguientes acciones: Don Capricho coordina el trabajo pesado que ejecutan los hombres: Tío Rolando y Pregonero Yoruba. Este último no cesa en sus cánticos.

 

La Doctora. (Con sarcasmo, refiriéndose a Don Capricho) El que empuja no se da golpes. Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago.

 

La Adivinadora. (Desde el comienzo del discurso escucha con arrobo a Don Capricho; pero aún desconfiada se refiere a las piezas que se ensamblan) Matrimonio y mortaja del cielo bajan.

 

Don Capricho. (Desaprobando la presencia de las mujeres) Muchas manos en un plato tocan arrebato.

 

Doña Esperanza. (Arrastrando consigo a ambas mujeres hacia la cocina) Mientras menos bulto más claridad. Dios dispone, el hombre propone y la mujer descompone.

 

Doctora. A buena hora, cocimiento verde.

 

Doña Esperanza. ¡Ángela Pérez! Y que levante un muerto...

 

La Doctora y La Adivinadora preparan un cocimiento verde que les proporcione fuerzas a los hombres. Doña Esperanza continúa absorta en tanta calamidad, aunque lo recientemente acontecido distrae algo su atención de la búsqueda de El Corredor.

 

Los hombres continúan su faena, y de vez en vez dejan escuchar frases como estas:

 

Rolando. (Cuando ensambla una de las piezas, triunfal) Más vale maña que fuerza.

 

Don capricho. (Dando indicaciones al pregonero Yoruba) ¡Que no metas La Habana en Guanabacoa!

 

Pregonero Yoruba: Donde cabe lo mucho, cabe lo poco.

 

Don capricho. Donde manda capitán, no manda soldado.

 

Por un rato los trabajadores menosprecian la ayuda de Los Trillizos y Las Siamesas, quienes insistentemente, desde sus discapacidades, tratan de llegar a una conclusión lógica del asunto. El ciego reconoce con su tacto; el sordo, desde las vibraciones internas; y el mudo, traduciendo en lenguaje de símbolos los análisis; pero ellos son apartados.

 

Don Capricho (Apartando a los niños que intentan ayudar) Sí, sí, cuando la rana críe pelos…

Video. SIMULTÁNEAMENTE se proyectarán imágenes pregrabadas en exteriores que mostrarán cómo poco a poco se iría armando una estrella con las figuras geométricas; se intenta crear una sincronía entre lo que acontece en escena y lo que se proyecta, y así ilustrar simbólicamente un acuerdo, el paso psicomágico de la curación social al alcanzar la estrella: representación, en esencia, del hombre total, pleno e integral.

 

Las mujeres reparten tazas de cocimiento verde entre los trabajadores. La Adivinadora se abre paso hasta Don Capricho a puros codazos para darle la suya. El cocimiento verde en vez de estimularlos, los aletarga más.

 

Video. Muchos movimientos de cámara lenta describen a los personajes a una escala visual mayor para conectar así al espectador, el Yuma (la cámara), con ellos. Sin dudas, en el juego sensoperceptivo del acompañamiento musical de la escena participarán también los actores, los bailarines y el público. Los objetos demoran en ensamblarse. Mientras tanto, con el apoyo fundamental de los refranes, in situ tendrá lugar la contribución creativa de cada actor, bailarín y músico, después de haber marcado los aspectos que refuerzan sus monólogos interiores y las motivaciones que dan sentido a sus entradas y salidas de escena.

 

Rolando. (Exhausto, luego de hacer el último ajuste en la estrella) ¡La Habana no aguanta más…!

Sonido. El baile del buey cansao, del Álbum Sandunguera, 1986, de Los Van Van.

 

ACTO IV

Alcanzando una estrella o un pedazo de ella

Locación: Patio central, Centro Wifredo Lam

 

Todos en movimientos lentos, «cansaos como el buey», logran armar la estrella; pero están exhaustos. Los personajes se desembarazan de su condición de dependencia y caen en un sueño profundo. Los tres hermanos dejaron de ser una masa orgánica. Duermen separados. Las siamesas sueñan mirándose a la cara. Don Capricho ronca de rodillas. La última en dormirse es Doña Esperanza.

 

Doña Esperanza. (Al Yuma) Yuma, fue duro llegar hasta aquí, eliminar culpas y vencer miedos, renovar esperanzas y aplacar egos; pero supimos descifrar el mensaje, poner juntos los pedazos y alcanzar la estrella. Cada uno a su forma, a su manera y con su don, hizo posible esto y hasta aquí llegamos. Mañana será otro día.

 

Doña Esperanza se duerme abrazada a la estrella, cubriendo con su cuerpo extendido los 5 lados del pentágono.

 

El Corredor entra a escena, se pasea entre los otros personajes que no lo reconocen, la mayoría dormidos ya, y decide dar una nueva vuelta a Cuba para buscarle sentido al aislamiento…

 

 

 

Nelson Gonzalez - Wanda Canals

La Habana, Abril 2015

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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